"Nuestra búsqueda de la verdad es constante, por etapas, y el inconformismo e imperfección humanos nos deja cerca de una realidad: lo que hoy damos por bueno, tal vez mañana lo eliminemos, de este sitio y de nuestros principios".

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Contemplación silenciosa




    Pensamos que tal vez los seres humanos seamos doble conciencia; una, la habitual, la del estado de inspección externa, la que observa pasar a una persona y, de manera instantánea, ya enjuicia (con prejuicios) en función de lo asentado en su mente. Otra, la que "vigila" a aquélla. ¿Cómo lo hace? Imaginemos que soy un lector de estas líneas. Leo, y al hacerlo, vuelco sobre mis pensamientos un bagaje cultural, un estado anímico, otro físico, recuerdos de otras lecturas similares, pausas (interferencias que me abstraen de la lectura, por ejemplo, unos gritos), etc. Así el tema, la otra consciencia puede comprender todo eso, sin enjuiciar, como un espectador silencioso y oculto. Volvemos a la consciencia primera: leo, adquiero una información, tal vez en consonancia con lo que ya sabía, o quizás diferente pero con ciertos hilos de equivalencia, o acaso es la primera vez que me planteo la posibilidad de ser una doble consciencia: nunca lo habría imaginado, al menos no con este planteamiento, y tal vez reflexione sobre ello. Esta consciencia, digamos primera, cuando es observada por una supuesta otra, queda conformada la referida "doble". La pregunta que puede surgir de esto quizá sea: ¿cualquier persona está capacitada para "ver", desde otro estadio existencial (una conciencia secundaria, que no en un grado inferior), su propio pensar? Creemos que sí en un sentido potencial, y que muchos no pueden lograrlo, ya que, desde la niñez, la sociedad nos "adoctrina" con múltiples recursos, con el propósito de que la individualidad social (el individualismo) desarrolle una sola consciencia, alerta de cuanto le rodea (lo externo a sí misma). Por otro lado, se puede pensar que el sistema atrofia nuestra, tal vez, consciencia natural, original y auténticamente humana. 

    Nuestra vida gira alrededor de la consciencia "básica" (la social). Cualquier decisión que tomamos, lo que omitimos, nuestras reflexiones, nuestros estados emocionales, incluso los impulsos instintivos que a menudo nos dominan, se mueven en torno a la consciencia aprendida, porque de eso se trata, de un aprendizaje. Al mismo tiempo que una de ellas entra en nosotros (lentamente) desde los primeros pasos infantiles (en especial en los ambiente familiares, pero más tarde en los círculos escolares, amistosos, etc.), se graba en nuestra piel mental como a fuego; la otra, se anquilosa, se encapsula, se fosiliza, de tal modo que la persona pierde la conciencia de poseer una segunda conciencia, ¿propia de nuestra naturaleza humana?... Podríamos llegar a equívocos si pensáramos en el concepto "la voz de la conciencia", por las connotaciones religiosas que conlleva, o en Homo sapiens sapiens, que equivaldría a hombre sabedor de que sabe, dicho también así: pensador que piensa que piensa. Nuestra versión es diferente a ambas concepciones, porque se trata de una conciencia que contempla a otra que piensa. Es como estar sentado en un prado, observando un paisaje, se disfruta de las vistas, colores, aromas, aves que surcan los cielos, etc., sin crítica, valoraciones interesadas, reflexiones analíticas, argumentaciones complejas..., tan solo se viven momentos, sin más. Así, el tipo de conciencia de que hablamos: contemplación silenciosa.

    Es difícil mantenerse en la consciencia secundaria (contemplación silenciosa), la que observa a la primaria, porque hay que centrarse de continuo en el mundo de lo externo. Vayamos al asunto a través de algún ejemplo. Nos encontramos en cierto lugar de paso, rodeados de algunas personas, nadie habla con nadie, pero cada uno es consciente de que en un momento u otro puede ser observado. En una situación así, tiendes a un comportamiento políticamente correcto (cívico). Te cuidas de guardar las formas, quizá para pasar desapercibido, en apariencia, porque... el hecho mismo de mantener la compostura lleva en sí implícito el deseo de ofrecer una imagen correcta, ortodoxa: una manera más de llamar la atención (en cierto modo). ¿Qué queremos decir con esto?..., que, de interpretarlo así en esos precisos momentos (lo "vemos" simplemente), sin tipo alguno de juicio de valor; entonces, la consciencia secundaria tal vez hizo acto de presencia, y paradojicamente no fuimos conscientes de ello (es cuando la consciencia primaria no percibe a la otra). Quizá en este contexto quepa el dicho, "no hay mayor ciego que quien no quiere ver". ¿No es sugerente entender que somos entidades constituidas por distintas capas superpuestas?... Me contemplo, me asumo, sin más, me respeto y me comprendo, porque no juzgo, no valoro, no pondero, no comparo. A medida que "ejercitamos" este "ser consciente de poseer (discernir que somos lo que tal vez nunca imaginemos, acaso intuyamos) una consciencia que contempla el pensar", nuestro pensar, también extendemos dicho ejercitar al pensar del otro, y esperamos, con intuición, en un juego de ingenuidad, con anhelo, una intercomunicación entre su contemplación silenciosa y la nuestra.


  

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